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Hormigas con chocolate, por La Tropa de Essertine. Teatro El Silo de Pozoblanco, 27 de agosto. Intérpretes: Manuel Marín, Faustino Habas, Mari Luna Agudo, José Manuel Pérez y Juana García, entre otros. Autor y director: Manuel Marín.


En los tebeos de cuando uno era niño, los náufragos del desierto se arrastraban con la lengua fuera por las calientes arenas de un paisaje solitario y, en su delirio de hambre y sed, veían espejismos que simulaban ser fértiles oásis poblados de frescos riachuelos derramando sus aguas entre la frondosidad salvaje de verdes palmerales. Pero cuando el vagabundo perdido confiaba haber encontrado la salvación a una muerte segura, al intentar tocar con sus labios la dulzura del agua y coger con sus manos la suavidad de los frutos, entonces todo se desvanecía en la nada, y la decepción era mayor, pues la ruina se había alimentado engañosamente con una falsa esperanza en exceso efímera. A veces también, en el páramo cultural de nuestra travesía, donde tanta arena sólo ofrece estéril alimento para viboras y escorpiones, uno cree distinguir la ilusión de un espejismo y rápidamente se acerca a beber, enfebrecido.

Allí había dos hormigas de las que uno no puede hacer sino enamorarse. Como los simios de Kubrick, Rita y Cheli adoran la roca caída del cielo, venida de otros mundos, en la que anhelan la salvación de todos sus males, el final de tan miserable existencia. No importa que el monolito sea de hachís, porque en su interior se esconde también la semilla de la inteligencia, la fuente de todo conocimiento y el principio germinador del mal que mueve el universo. En la locura hipnótica del desvarío estupefaciente se alcanza enseguida el juicio de las grandes verdades: “¿habrá vida más allá del hormiguero?”. La subsistencia, la muerte, el esfuerzo, el dolor, las ansias del poderoso, las miserias del vencido, el más allá, el infinito, en fin, los temas que preocupan a cualquier hormiga a poco que se coloque con un buen mordisco furtivo de chocolate. Que la hormiga reina venga enseguida a ponerlo todo en su sitio, a romper cualquier sueño que amenazara con cumplirse y a utilizar la innata sumisión de los demás para volcar en su propio beneficio los hallazgos ajenos, no era más que una secuencia inevitable, puesto que así nos lo enseña la experiencia.

Cheli-Habas y Rita-Marín forman una pareja explosiva, una fuerza bruta sin pulir, cuyo natural destino para los escenarios ningún ambicioso empresario debería dejar sin pasear por los tablados triunfales de toda España y los territorios de ultramar. Su humor bebe de las fuentes del absurdo con un toque naif de rebeldía pop, tan suave. Su caracterización vocal resultó fundamental para el logro conseguido y el efectismo de sus fórmicos timbres sedujo tanto como satisfizo a un público desde el principio entregado, que acudió en masa a disfrutar con el espectáculo informal e irreverente de sus amigos y que acompañó con calor una representación que necesitaba el apoyo coral, aunque a veces el respetable se excediera en subrayar con risas y aplausos las pinceladas más gruesas de un texto que tan sólo necesitaría cuatro o cinco ajustes y un mínimo pulido para redondear su presencia.

Hormigas con chocolate es una fábula protagonizada por animales que, como quieren Esopo y Fedro, acaba con moraleja, pero sólo hasta ese punto estamos ante una propuesta clásica. Todo lo demás tuerce la senda habitual de lo que es el teatro convencional y, aunque nos encontramos con mucha menos transgresión de la esperada y hasta los sonidos étnicos de las paranoias carnavaleras parecían ajustarse a los preceptos dramáticos de Aristóteles, el conjunto desprendió una frescura formal tan rejuvenecedora como infrecuente. Un baño de entusiasmo creativo que rubrica el nombre de Essertine, pero tras el cual se aprecia un empuje colectivo imprescindible para triunfar en tales tareas.

En fin, un oásis en el desierto, que ojalá no fuera un espejismo. Porque cuando al terminar la representación pude fotografiar a las hormigas en pose all star y luego a la salida estrechar la mano insultantemente joven de los tweilicht José Antonio y Marce Moreno, uno supo que todo tan timbrado espectáculo estaba a punto de desvanecerse y transformarse en la sinuosa curva evanescente de una duna que se mueve sin parar y a la que resulta imposible alcanzar, allá, en la inmensidad del horizonte encinado.


Las hormigas observan la china...


...y discuten qué hacer.


Las paranoias


La hormiga Cheli (Faustino Habas) y la hormiga reina (Juana García)


La hormiga Rita (Manuel Marín)

2 comentarios :

Anónimo | miércoles, agosto 29, 2007 6:20:00 p. m.

No es que sólo nos guste que nos digan palabras bonitas, pero las tuyas son más que eso. Nos ha encantado leerlo. Muchas gracias de parte de la tropa y mías.

Anónimo | martes, septiembre 04, 2007 12:45:00 p. m.

Mi mas sincera felicitación a la tropa. Uno que está harto de pagar una pasta por espectáculos mediocres,aburridos y plasta, pude comprobar como en Pozoblanco¡¡¡¡ sin medios y con una frescura enorme me hacían reir (ya que como en la canción cuando me río es por no llorar). No solo me hicistéis reir sino que de un golpe certero me devolvisteis la esperanza en el futuro. Muchas gracias.

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