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"Soy Ana y padezco dolor crónico desde los 24 años"



A Ana Castro la conocemos como poeta de nuestra tierra, ganadora del Premio de Poesía Juana Castro en 2016 y del Premio Solienses en 2018 con su único poemario publicado hasta el momento, El cuadro del dolor. Pero Ana es también una ferviente activista en el campo del feminismo y, últimamente, también en la defensa de los enfermos con dolor crónico, como ella misma. Hace unos días ha iniciado una campaña de recogida de firmas en el portal osoigo.com para llevar al Congreso de los Diputados su petición de crear una política estratégica que aborde esta dolencia. 

Ana ha decidido plantear el problema en primera persona, poniéndose a sí misma como ejemplo de una realidad quizás no suficientemente conocida ni comprendida, no solo por la clase política, sino por la sociedad en general. El relato de su situación resulta estremecedor:

A mis 29 años he tenido que resignarme a abandonar mi puesto como Responsable de Comunicación de una gran empresa porque, poco a poco, he ido empeorando y el dolor se ha apoderado de todo. He tenido que aceptar que jamás volveré a ejercer de aquello para lo que me había formado, para el trabajo que me hacía feliz, porque mi cuerpo manda sobre todos y cada uno de los aspectos de mi vida. Ahora soy una pensionista menor de 30 años. Me han concedido incapacidad permanente para mi puesto habitual. Quizás algunos jóvenes soñarían por cobrar sin trabajar. Yo no: quiero aportar al mundo...

Hace unos cinco años, después de llamar a la puerta de muchas consultas, fui diagnosticada de un síndrome de dolor pélvico crónico complejo, cuya evolución, por supuesto, ha afectado a mi salud mental, haciendo constar en mi historial una depresión moderada, una elevada ansiedad y un ingreso en psiquiatría. Por supuesto, también ha afectado a lo físico: suboclusiones intestinales y autocateterismos frecuentes. Sí, he de sondarme para orinar, con los riesgos de padecer infecciones periódicas que ello conlleva y que padezco.

El dolor me ha dañado significativamente y causado un sufrimiento enorme, a mí y a las personas que me quieren. Cuando el dolor es constante un día tras otro... En algunos momentos, cuando el dolor es muy agudo, dejas de existir como persona. He tenido que pasar por un proceso de duelo personal, lo que supone aceptar que la Ana que subía las escaleras del metro a pie, por ejemplo, ya no existe. He tenido que empoderarme en mi dolor y construir una nueva Ana, que, ante todo, más allá de periodista, poeta o escritora, primero es feminista y activista en lo que concierne a la visibilización del dolor crónico y a demandar más investigación en salud femenina.

No tengo problema en reconocer que he sufrido un trastorno de la alimentación porque no entendía por qué había de alimentar a un cuerpo que no paraba de dañarme y jugármela, una y otra vez. Esta ira y rechazo hacia mi cuerpo me ha llevado a desarrollar un trastorno de conversión, una disociación entre mi cuerpo y mi cabeza que me provoca numerosos ataques en los que pierdo la vista, la capacidad de hablar, sufro convulsiones... Sin dejar nunca estar consciente y sentirme atrapada en un cuerpo que no reconozco como mío y que no me obedece.

Ya no creo en la felicidad ni albergo esperanza alguna. Creo en resistir y en hacer visible lo que supone padecer dolor crónico, un mal especialmente femenino. Creo en dar voz a todas esas mujeres que sufren día a día dolor como yo y que ven cómo el silencio se apodera de su cuerpo y en interpelar a la sociedad, a las instituciones y al Gobierno porque sufrir dolor no es normal e importa. Al fin y al cabo, son los demás los que tienen en sus manos tratar de mejorar nuestra calidad de vida un poquito, porque cuando el dolor llega lo hace para quedarse [Leer completo]. 

Ana pide a los políticos del Congreso de los Diputados que se sumen a esta tarea de "visibilización de lo que supone vivir con dolor crónico un día tras otro", sorprendida de que no exista "ninguna política estratégica y transversal para abordar el dolor crónico por parte de ningún partido". Lo que pide Ana es empatía con las personas (mayoritariamente mujeres) que sufren este mal, un cierto grado de comprensión pública e institucional que haga "que nos merezca la pena levantarnos una mañana tras otra a pesar del dolor: no sentirnos solas, sino acompañadas".

Quienes deseen sumarse a esta petición, pueden hacerlo pinchando en este enlace: osoigo.com. Hay que conseguir 1.500 firmas para que la llamada de atención sea efectiva y los políticos interpelados se vean obligados a contestar. Debemos hacerlo por todas las personas que sufren este dolor. Por todas las mujeres que lo sufren. Y por Ana.

5 comentarios :

Anónimo | martes, junio 30, 2020 10:07:00 a. m.

Me sumo a la petición. Mucha suerte Ana.

Anónimo | martes, junio 30, 2020 2:40:00 p. m.

Estremecedor el mensaje tan humano de Ana, que debería hacernos reflexionar cómo algo que nos incumbe a todos, y de qué manera, lo ignoramos mirando hacia otro lado. Los políticos no se mueven, pero es porque la mayoría prevalecemos callados e inmóviles a una realidad que debería ser de crítica acuciante todos los días.

Anónimo | miércoles, julio 01, 2020 7:23:00 p. m.

Muchísimo ánimo Ana, y mucha fuerza en estos momentos.

Anónimo | domingo, julio 05, 2020 7:02:00 p. m.

mezclar una enfermedad que afecta tanto a hombres como mujeres con la lucha del feminismo es discutible.Otra cuestión es las dificultades y carencias de investigación y la necesidad de ser visualizada .

Anónimo | martes, julio 07, 2020 1:53:00 a. m.

Mucho animo a esta persona y a todas las afectadas.
Dicho esto,éste comentario me parece espléndido.

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