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Velas en los balcones de Villanueva de Córdoba, el día que hubiera debido celebrarse la procesión de la Virgen de los Dolores [Foto: José Ángel Cabrera].
Cuando todo pase y hayamos llorado suficientemente a los muertos, aún quedarán muchas heridas abiertas. Estas semanas, meses, están produciendo una alteración tan profunda del ciclo vital que desconocemos todavía cuáles serán sus consecuencias exactas. Siendo secundaria, no es la menos importante la ruptura del ciclo festivo anual que la epidemia ha traído consigo. Las fiestas, como aglutinadoras de la convivencia social, como generadoras de espacios de comunicación y reflexión, de relación y mutuo entendimiento, cumplen un papel esencial en la conformación de los lazos más íntimos que abrazan una comunidad. Ahora, el confinamiento nos ha privado también de estos hitos terminales que forjan la identidad local, que nos ayudan a sentirnos más fuertes, y su ausencia nos vuelve precisamente más vulnerables, porque sentimos que también falla aquello que nunca hubiéramos imaginado que pudiera faltar.
Las autoridades civiles y eclesiásticas han ido en las últimas semanas anunciando la suspensión de las grandes fiestas de primavera que inundan Los Pedroches: la Semana Santa y todos sus rituales anexos, romerías ancestrales como la de la Virgen de las Cruces de El Guijo, la Virgen de Alcantarilla de Belalcázar o Nuestra Señora de Veredas de Torrecampo, la Fiesta de la Cruz de Añora, el Domingo de Loreto de Dos Torres...
El ansia de no querer perderlo todo ha traído soluciones imaginativas que ayudan en parte a mantener el espejismo. En Villanueva de Córdoba la procesión de las Velas de la Virgen de los Dolores se celebró ayer desde los balcones, ese nuevo espacio de encuentro que hemos descubierto con el confinamiento. La tecnología, por su parte, permitió que no faltaran a su cita cuaresmal los cánticos de pasión en Pozoblanco. Nos resistimos a perderlo todo. Sabemos que vendrán tiempos mejores en los que volveremos a ser felices, pues así es la condición humana. Pero mientras no podemos evitar que nos embargue una terrible desolación en estos días de tanta tristeza.
En este frente de incertidumbres que nos toca vivir en la hora presente, hay normalidades que consuelan: comienzan a florecer las primeras orquídeas silvestres belalcazareñas. Es la poesía, que salva al mundo. Hoy es su día internacional y para celebrarlo José Cortés ha presentado en su blog Sellos ficción varias entradas dedicadas a diversos poetas cordobeses, entre ellos nuestra Juana Castro. Este blog nace de la afición que su autor profesa al diseño gráfico y a los sellos en particular, manteniendo una singular creación filatélica continua desde hace ya muchos años. En varias ocasiones estas propuestas "de ficción" han alcanzado su materialización real, como la serie sobre Belalcázar. José me ha mandado una muestra impresa de su diseño dedicado a Juana Castro para que se lo haga llegar a la autora, y así lo haré, en cuanto las circunstancias lo permitan.
La reclusión en casa por culpa del coronavirus está despertando el ingenio de mucha gente para hacernos más llevaderos estos días de confinamiento en el hogar. Durante los últimos días, el fotógrafo de El Viso Miguel Moyano está ofreciendo a sus amigos de Facebook una edición diaria del juego de las siete diferencias: dos imágenes idénticas de sí mismo que se diferencian solo en siete pequeños detalles que el jugador debe descubrir. Aquí dejo el enlace a las tres primeras imágenes que Miguel ha compartido (se recomienda no leer en principio los comentarios, porque ahí están las soluciones). Sin duda, una entretenida propuesta para estos días de tanto aburrimiento.
La residencia de artistas La Fragua durante uno de sus actos.
Digámoslo claro: el mundo tal como lo conocíamos hasta ahora se ha ido a la mierda en tres días y no sabemos aún cómo será el que está llegando. No he podido dejar de acordarme en estas circunstancias de la Trilogía de Occidente de Juan Bosco Castilla, que retrata ese mundo futuro al que nos dirigimos en medio de la incertidumbre distópica (los tres libros pueden comprarse en Amazon o descargarse gratuitamente en la web del autor). Resulta conmovedora hoy, casi despierta ternura, la preocupación por lo de cada día, cuando todo ha volado ya por los aires y nada realmente importa al modo en que importaban antes las cosas.
"Lo advertimos con nuestra presencia: los espacios para el cambio están llenos de cambios mínimos. Una década después de la apertura en el Convento (diciembre de 2010) nada queda. Allí potenciamos la biodiversidad del espacio natural, flotamos junto a ella seres de todos los continentes, nos mezclamos con la comunidad apreciando sus saberes populares, participamos de sus economías, llegamos incluso a entender que existen espiritualidades igualmente válidas y a veces no tan lejanas al pensamiento contemporáneo. Un aparato de “poder” mezquino nos hizo la zancadilla hasta que un día perdimos la ilusión. Pero esta crisis está desenterrando los sentimientos positivos más profundos y vamos a seguir luchando para que de una vez se entienda que los trabajadores de la cultura estamos aquí para “mover” los árboles de la consciencia, hoy tremendamente subyugada".
La Fragua se fue de Belalcázar calladamente, sin decir una palabra. Era un final predecible, hasta yo lo adiviné:
Algún día empezaremos a darnos cuenta del fecundo estímulo (cultural, económico, territorial) que supone la actividad impagable -todavía silenciosa y silenciada- de los artistas rebosantes de fiebre creadora que desfilan por la residencia. Quizás cuando las administraciones -tardas siempre en reaccionar- quieran darse cuenta sea ya demasiado tarde, pues la experiencia nos demuestra que las ilusiones no son eternas, que llega un día, finalmente, en que el entusiasmo cesa y se apaga o se traslada a otras emociones, en otros lugares.
Meses después, cuando advertí que La Fragua no volvía de sus vacaciones invernales, les escribí para una oferta de explicaciones sobre causas y motivos, pero el correo debió perderse entre los mil recovecos de la ingeniería digital. La herencia que nos dejó la residencia de artistas fue tan grande, tan indescriptiblemente intensa, tan inolvidable, tan de otro lugar que no era el nuestro, que duele -a pesar de haberlo previsto- que todo se fuera en nada, como un soplo, como una lágrima. Leer de nuevo sus palabras, en las que se percibe el orgullo de lo realizado y el desconsuelo por el daño recibido, ha aflorado recuerdos sobre un proyecto inmenso que nunca fue suficientemente valorado por quienes pudieron disfrutarlo más de lo que lo hicieron y, sobre todo, por quienes pudieron mantenerlo y no quisieron.
En estos momentos de encierro nos embarga la melancolía, aunque no debemos dejarnos vencer por la tristeza. Otros días vendrán que nos harán felices. Pero el zapateado de Israel Galván sobre el entarimado del patio de la huerta del convento de Santa Clara, como el mundo que conocíamos hasta ahora, esos no volverán.
Ermita de San Sebastián de Dos Torres, que se utilizó como lazareto con motivo de algunas epidemias a lo largo de la historia.
En 1989 realicé una pequeña investigación sobre epidemias en Los Pedroches que mereció el Premio de investigación histórica “Juan Ginés de Sepúlveda”, convocado por el Ayuntamiento de Pozoblanco y que fue publicada al año siguiente en una Separata del Boletín Informativo Municipal Pozoblanco (págs. 12-32), en lo que creo que fue mi primera publicación sobre historia comarcal. Se trataba de un modesto trabajo de síntesis, con mucha consulta bibliográfica y algunas incursiones archivísticas (visité los archivos municipales de Pozoblanco, Añora, Villanueva del Duque y Dos Torres y los parroquiales de Hinojosa del Duque y Pedroche) que pretendía solo ofrecer un panorama somero de la repercusión que habían tenido diversas epidemias en algunos pueblos de la comarca. Luego publiqué también una parte de ese trabajo en la Crónica de Córdoba y sus pueblos de la Asociación de Cronistas en 1991 con el título de "Fenomenología religiosa de las epidemias en la comarca de Los Pedroches".
La historia más legendaria de Los Pedroches está vinculada precisamente a las epidemias. Según una tradición difundida por Juan Ocaña, los efectos mortíferos de la peste negra de 1350 provocaron que los vecinos de Pedroche huyeran de esa población y se asentaran en otros lugares de la comarca que más adelante se constituirían en villas independientes. Es la edad oscura de nuestra historia comarcal, que se debate aún entre la leyenda y la certeza. Luego, con la cadencia de los siglos, la población de Los Pedroches fue sufriendo, en mayor o menor grado, los estragos de las numerosas epidemias que asolaron el territorio cordobés.
Resulta revelador comprobar cómo las medidas tomadas desde antiguo para controlar la propagación de las epidemias no han variado mucho hasta hoy: confinamiento, aislamiento e higiene. En junio de 1680, ante las noticias sobre la incidencia de la peste en Córdoba capital y los pueblos del sur, el concejo de Pozoblanco tomó medidas preventivas de excepción:
"Por cuanto la peste y contajio que se a padezido estos años pasados en algunas ziudades, villas y lugares de Andaluzia este presente se a thenido notizia se ba estendiendo y azercando mucho y se deven poner para la preservazion desta los remedios mas eficazes que se puedan (...) acordaron lo siguiente: que se zerquen todas las bocas calles desta villa y se barden de forma que no pueda entrar persona alguna (...) ni cavallo por ninguna dellas de forma que solo tenga comerzio esta villa por las puertas que se señalaren para ello.
y asimismo acordaron que (...) se les notifique a todas las personas cuias casas tienen postigo, zercas, guertas y corrales [que salen al campo] se les notifique y dentro de segundo dia tapien los dichos postigos y asimismo las zercas y corrales quedando todo de forma que por ellas no pueda entrar persona alguna theniendo de altor dos tapias con aperzivimiento que no haziendolo se les apremiara a ello y se haran a su costa las dichas zercas y tapias de postigos".
El recurso de tapiar las bocacalles de la población para controlar la entrada y salida de personas es frecuente en todas las ciudades y villas no amuralladas. En Añora en 1682 solo quedó abierta una puerta y se acordó:
"Que para la mejor custodia y seguridad de esta dicha villa se cierre la puerta de ella a las diez de la noche y la llave se entregue a una persona de las de dicha diputacion y que no se abra hasta que sea de dia."
En estas situaciones de aislamiento, siempre se pone de manifiesto el pillaje y la voluntad por parte de una minoría de burlar las normas de protección establecidas. Ante la prohibición del tráfico de lanas para obrajes (principal ocupación artesanal de la comarca en este tiempo) procedentes de los lugares afectados, en agosto de 1680 se sigue proceso contra un vecino de Torremilano que, habiendo salido hacia el Puerto de Santa María (ciudad contagiada de peste) fingiendo marchar a Espiel, volvió con paños que introdujo en la villa de noche, simulando luego entrar de vacío al día siguiente. Descubierto que fue, se le retuvo en la ermita de San Sebastián, que servía de lazareto, y la ropa fue echada en vinagre para su desinfección.
Ante la epidemia de cólera de 1855, la junta de sanidad de Añora adopta de nuevo disposiciones estratégicas, que incluyen ya medidas de sanidad e higiene:
"Que desde luego se prevenga a estos habitantes no admitan generos ni ninguna otra especie de procedencia sospechosa, mucho menos lanas ni otros articulos que atraen y conservan las miasmas pestiferas (...) El pueblo por turno tiene que hazer noche y dia las guardias, sin que valga darla a niños, bajo la multa de dos reales dia y tres reales de noche si abandona el puesto. Se prohíbe absolutamente que anden cerdos por las calles y pernocten en la poblacion a trescientos pasos".
También en Dos Torres se emitieron en esta ocasión una serie de instrucciones por parte de la Junta de Sanidad, entre las que se incluyen:
"Hacer que los cerdos no anden por la calle ni de noche ni de dia, ni que los niños u otra clase de personas hagan sus necesidades corporales en las calles ni callejuelas (...) Que en la presente recolección de paja, los labradores no formen depósito en las puertas de sus casas ni pajares, sino que apenas la descarguen la entraran en los sitios que destinen (...) Impedir la comunicación y roce de personas de este pueblo con otras que procedan de parage infestado".
Ya en el siglo XX, la Junta de Sanidad de Pozoblanco toma medidas de prevención ante la epidemia de gripe de 1918:
"que con sulfato de cobre se lleven a cabo las desinfecciones de fondas, teatros, posadas y paradores y cuantos sitios haya habido aglomeración de personal, asi como las pilas de los labaderos públicos y que se proceda a la limpieza de viviendas y principalmente de las cuadras y estercoleros de las mismas donde hubiera habido personal estraño a la localidad".
También se recomienda a la población no ingerir alimentos o bebidas en crudo, a la vez que se prohíbe la aglomeración de personas en lugares poco ventilados. En octubre la Junta de Sanidad de Pozoblanco decide clausurar las escuelas públicas y particulares, "pues si bien se observa que la enfermedad no ataca a los escolares, pudieran ser estos un medio de contagio". También se acuerda que se supriman los toques de campanas por dobles de difuntos, habida cuenta de las numerosas defunciones diarias y a fin de no perturbar el ánimo de los afectados y agonizantes.
Hay una foto que lo documenta. El 3 de diciembre de 1962 se derribó a pico y maza la pequeña ermita del Calvario de Torrecampo. No sabemos exactamente por qué motivo, puesto que las fotografías de aquel día la muestran en buen estado. Quizás porque era un edificio pequeñísimo, no importa que tuviera algunos siglos de antigüedad, y molestaba para algún planteamiento urbanístico. Lo mismo pasó con el imponente convento carmelita de San Diego en Hinojosa del Duque, que sucumbió víctima de la especulación inmobiliaria a mediados de los años setenta del siglo pasado, sin que nadie hoy alcance a comprender cómo aquello fue posible. Desaparecieron sin dejar rastro los conventos de San Juan de la Penitencia de Dos Torres o el de San Alberto de El Viso o el Nuestra Señora del Socorro de Pedroche, que tantas glorias conocieron. Y la ermita de Santa Ana de El Viso, que solo era del siglo XVI, o la de San Gregorio de Villanueva de Córdoba, de parecida edad. Al cabo de los tiempos nos preguntamos indignados cómo nadie hizo nada entonces por detener tales atropellos.
Cuando vivimos las cosas en nuestro propio tiempo, las vemos de otra manera. Muchas veces me he hecho eco en Solienses de atentados contra el patrimonio histórico monumental de Los Pedroches que suceden hoy mismo, ante nuestros ojos, sin que nadie -por unas razones u otras- diga nada. No tienen que ser acciones contra grandes monumentos de gran valor histórico-artístico para que nos posicionemos en su contra, sino pequeños pespuntes que, uno tras otro, van borrando la identidad de nuestros pueblos: la demolición de una vivienda particular en Pozoblanco, la fábrica de harinas de Villanueva de Córdoba, una portada gótica en Añora... Todo tiene su explicación: el progreso, frente al que ninguna razón sentimental resiste la batalla.
Muros del patio de la Casa de la Cultura antes del derribo.
Estos días se están derribando en Añora los monumentales muros exteriores del patio de su Casa de la Cultura, en una actuación que afectará a la concepción arquitectónica global del edificio. Se trata de una construcción relativamente moderna (se inauguró en 1993), seguidora del estilo vagamente racionalista de tantos edificios oficiales, con líneas sencillas y funcionales, que hacen del juego de volúmenes geométricos y la ausencia de adornos sus señas de identidad. La Casa de la Cultura de Añora era un cubo blanco con un gran patio interior, al que se asomaban el salón de actos, la biblioteca y el llamado entonces "Hogar del pensionista". Arquitectónicamente, ofrecía un lenguaje innovador que rompía con la tradición local, que chocó inicialmente por su intromisión vanguardista en un urbanismo conservador, pero que, como suele suceder, había ido poco a poco integrándose en la idea que tenemos de Añora, hasta convertirse en una imagen de referencia local.
Ahora, el Ayuntamiento de Añora ha decidido eliminar el muro perimetral del edificio de la Casa de la Cultura "para conseguir un espacio público a modo de plaza peatonal que incremente su uso por parte de toda la ciudadanía noriega". Al parecer, según declara la web oficial, el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Añora ha tomado la decisión de ejecutar estas obras "basándose en multitud de opiniones de vecinos y vecinas de nuestro pueblo y en las reuniones de la estrategia de municipio inteligente que se han realizado con muchos vecinos y vecinas de la localidad" y con el objetivo de "conseguir las mejores cotas de bienestar y progreso para nuestro pueblo y nuestra gente". Nada que reprochar, pues. El pueblo de Añora lo quiere así. Es el progreso. El bienestar de la comunidad.
Pero un día, quizás no lejano, nos preguntaremos cómo esto fue posible. Y nos asombrará que nadie hiciera nada por evitarlo.
ACTUALIZACIÓN (13-3-2020): La Asociación Los Pedroches por la República ha comunicado que ante las medidas tomadas por las autoridades para prevención de la propagación del coronavirus, se ha optado por aplazar los actos organizados para la Primavera Republicana 2020 en Los Pedroches.
Si el coronavirus no lo impide, la próxima semana tendrá lugar una nueva edición de la llamada Primavera Republicana en Los Pedroches, organizada por la Asociación Los Pedroches por la República. Los actos, que han sido anunciados esta tarde, tendrán lugar en la sala de exposiciones de la Biblioteca Municipal de Pozoblanco.
El programa gira esta vez en torno a la vida en la retaguardia republicana en Los Pedroches. Los actos darán comienzo el lunes 16 de marzo a las 20:30 horas con la inauguración de la exposición sobre carteles, billetes, vales locales y otros objetos de la vida cotidiana (podrá visitarse del lunes 16 a viernes 20 de 18 a 21 horas). A continuación tendrá lugar una mesa redonda sobre el tema de las jornadas, en la que intervendrán los historiadores Carmen Jiménez Aguilera y Juan Aperador García, así como el histórico Ernesto Caballero Castillo, testigo directo de los acontecimientos.
Imagen de "La desbandá" de Málaga a Almería en 1937.
El jueves 19 de marzo a las 20:30 horas se proyectará el documental La huella de La Desbandá, al que seguirá un coloquio con Belén Naranjo, realizadora de la película, e Isidoro Coello, miembro de la Junta Directiva de la Asociación de La Desbandá de Málaga.
Finalmente, el viernes 20 de marzo a la misma hora el profesor de Literatura Española de la Universidad de Córdoba, Blas Sánchez Dueñas, pronunciará una conferencia sobre ‘La Literatura en la retaguardia republicana de Los Pedroches’.
Representación de "El halcón y la columna" (2014) en el Patio de la Huerta del convento de Santa Clara.
El alcalde de Belalcázar lo expresó muy gráficamente en la última junta de la Mancomunidad: "Belalcázar tiene mucho patrimonio, pero suyo no tiene ninguno". Se refería Francisco Luis Fernández a que la mayoría de los monumentos (entre ellos, todos los más señeros) de una localidad tan rica en herencia histórica no son de titularidad municipal: el castillo los Sotomayor es propiedad de la Junta de Andalucía, el convento de Santa Clara pertenece a la comunidad de clarisas, las iglesias y ermitas dependen de la diócesis, incluso la Casa Grande de Corpus Barga corresponde todavía a sus herederos...
A un intento de administrar desde el municipio estos bienes patrimoniales con finalidad cultural y turística responde la iniciativa, de momento frustrada, para conseguir la cesión por parte de la Junta de Andalucía de la gestión del castillo. También el acuerdo adquirido con los herederos de Corpus Barga para expropiar la casona por la vía del bien de interés social. Y también el convenio suscrito con el convento de Santa Clara para la utilización de determinados espacios con fines culturales. Al menos, hasta ahora.
Según informaba ayer Ángel Robles en El día de Córdoba, la comunidad de clarisas ha decidido no renovar este convenio, firmado en 1984 con una duración de 35 años. Desde aquel año, el convento ha sido objeto de numerosas obras de restauración y rehabilitación a cargo de las administraciones públicas, lo que probablemente ha salvado al monumento de su ruina. A cambio, la comunidad de monjas ha permitido el uso de determinadas estancias con fines culturales, que no interferían la vida monacal y disponían de acceso independiente. Así, en el llamado Patio de la Huerta se han puesto en escena con gran éxito las cuatro ediciones de El halcón y la columna, en la sala del Barco o de las Columnas han tenido lugar diversas exposiciones y estaba previsto que se montara en ellas un museo arqueológico y de costumbres populares, e incluso todas estas dependencias fueron cedidas durante unos años para la instalación en ellas de la residencia de artistas La Fragua. Allí se celebró también la entrega del Premio Solienses en 2012. "No queríamos seguir con este convenio y ya está”, dice por toda razón sor Isabel Cobo Jiménez, la madre abadesa.
El patio de la Huerta durante la entrega del Premio Solienses en 2012.
El episodio me despierta dos reflexiones. En primer lugar, me hace temer por la integridad futura del propio monumento. Parece evidente que una comunidad de tan solo diez miembros (a la que imaginamos no sobrada de recursos) difícilmente va a poder atender el mantenimiento de un inmueble de tal envergadura sin contar con el respaldo de la administración pública. Quizás haya que esperar otros diez o quince años a que alguna de las dependencias del convento esté de nuevo en peligro de derrumbe para que vuelva a firmarse otro convenio. O a que en la dirección de la congregación de religiosas haya alguien con más sensibilidad hacia el patrimonio histórico. Pero mientras tanto se habrán perdido unos años preciosos para ayudar al desarrollo y la promoción de Los Pedroches a través de un recurso artístico de primera categoría.
En segundo lugar, la denuncia de este convenio (que debía haberse negociado y renovado mucho antes de que venciera) pone en cuestión la actuación del Ayuntamiento de Belalcázar, que suma a esta pérdida la de no haber logrado tampoco la cesión del castillo. Está claro que falta ahí capacidad negociadora y habilidad para llegar a acuerdos. El patrimonio de Belalcázar no es municipal y alguien no acaba de entender lo que esto significa.
Varios gestos al mismo tiempo parecen indicar algo. Advertimos, de pronto, como un cierto desplante por parte de la administración autonómica hacia determinados proyectos de promoción y desarrollo propiciados desde Los Pedroches que no han encontrado acogida favorable por parte de la Junta de Andalucía o, incluso, han recibido un cierto desdén institucional.
Por un lado, el ayuntamiento de Belalcázar anda queriendo conseguir la cesión de la gestión del castillo de los Sotomayor para convertirlo en un reclamo turístico y de impulso económico para toda la comarca. El episodio ha tenido un lamentable cruce de declaraciones en la prensa entre la delegada de la Junta y el alcalde que ha puesto al descubierto el punto de discrepancia: el ayuntamiento de Belalcázar quiere cobrar una entrada de cinco euros por visitante y la delegada de Cultura, Cristina Casanueva, alega problemas legales para dicho cobro. El alcalde de Belalcázar, Francisco Luis Fernández, sospecha que detrás de esta negativa puede esconderse la intención de ceder la gestión del monumento a alguna empresa privada. De momento, se están aprobando mociones en los ayuntamientos de la comarca y en la Mancomunidad adhiriéndose a la petición de Belalcázar, localidad que en este tema, hay que reconocerlo, no ha sido bien tratada por la administración autonómica.
Imagen de la primera edición del Salón del Queso, celebrada el año pasado en Hinojosa del Duque [Foto: Ayuntamiento de Hinojosa del Duque].
Por otro lado, el alcalde de Hinojosa del Duque ha denunciado en los medios la intención de la delegación provincial de Agricultura de desplazar a Córdoba capital la segunda edición del Salón del Queso, que el año pasado se celebró en esta localidad con vocación de continuidad. La delegada de Agricultura, la pozoalbense Araceli Cabello, afirma que la decisión aún no está tomada y que la muestra quesera nació "para ser itinerante", mientras que el alcalde de Hinojosa, Matías González, asegura con rotundidad que la decisión está tomada y argumenta, con razón, que el cambio de sede anunciado implica un nuevo desprecio al mundo rural en beneficio de la capital. Mientras a todas las administraciones se les llena la boca manifestando su apoyo a la España vacía, a la hora de tomar las decisiones parece que los buenos propósitos se olvidan.
Tampoco han tenido suerte Los Pedroches con la adjudicación de la sede de la décima edición de la Escuela de Pastores de Andalucía, que había solicitado Alcaracejos y que finalmente se celebrará en Los Blázquez. Lo anecdótico de este caso es que el propio alcalde de Alcaracejos se enteró de la resolución "por la prensa", puesto que, al parecer, la administración (de nuevo la Consejería de Agricultura) ni siquiera comunicó oficialmente su decisión a los ayuntamientos solicitantes.
Ya me hice eco de ello en Twitter, pero no me resisto a traerlo aquí de nuevo porque el producto no tiene desperdicio. Se trata de una serie de pequeños vídeos (de unos 4 minutos de duración cada uno) editados por la Diputación de Córdoba bajo el título "¡Nos vamos al pueblo!", en los que supuestamente se trata de desvelar los prejuicios que sobre temas como el sexo, la identidad de género, la diversidad o la igualdad existen todavía en el mundo rural. Los vídeos están conducidos por la sexóloga Carmen Jurado Luque, que representa el papel de periodista con micrófono a pie de calle. El resultado final, contrariamente a lo pretendido, viene a ser un catálogo de los prejuicios que desde el mundo urbano se tienen con respecto a la vida y las gentes de los pueblos. Y una total falta de respeto hacia ellos, intolerable en una institución como la Diputación, que debería dignificarlos en lugar de intentar denigrarlos.
Ya la propia cabecera de los vídeos no augura nada bueno. Una camioneta, conducida por la sexóloga, sale de una gran ciudad llena de rascacielos y de repente se introduce en un mundo lejano y remoto, escondido entre bosques y montañas: el mundo rural. Por si los tópicos no eran suficientes, suena de fondo el canto de un gallo, no fuera a ser que alguien no se hubiera enterado de que estamos en el pueblo. En el primer vídeo, llamado "piloto" (no me pregunten por qué después de ver el "piloto nadie detuvo la producción del resto), la sexóloga, micrófono en mano, se acerca temerosa a dos lugareñas: "Bueno, aquí veo a dos señoras sentadas, a ver si me dejan que les haga unas preguntillas", como quien teme que las patanas salgan disparadas al verla aparecer con esos instrumentos del diablo, sin duda portadores de magia y maleficio. Luego aborda a un gran tallista y le dice "¿Tú qué te sientes? ¿Te sientes heterosexual?" y él contesta "Sí" y ella quiere saber más, "¿Desde cuándo?", y él "Pues desde siempre", y en este plan para ir abriendo boca, con perdón.
"Vamos a ver a quién encontramos por Alcaracejos, ¿vale?, vamos a ver a quién hay por aquí?", en esta tierra inhóspita a la que me he trasladado desde la civilización, parece faltarle decir, como quien realiza un documental en la sabana africana o en las tribus escondidas del Amazonas. "Dos personas que son pareja y que tienen entre las piernas el mismo sexo, ¿cómo se apañan?", pregunta la sexóloga, así, en un lenguaje limado de sutilezas para que puedan entenderlo los gañanes. La entrevistada, boquiabierta ante semejante sandez, responde "Pues de muchas formas", pero la otra, como un cura lascivo de los de antes en el confesionario, quiere saber más "¿Si? Dime".
Todo el mundo en el pueblo ve bien la igualdad y no se sorprende ya a estas alturas de las diferentes tendencias sexuales de cada vecino, pero la sexóloga necesita hurgar en la herida para tratar de dejar en evidencia a los labriegos destripaterrones, que para eso ella y su equipo se han desplazado desde la capital, pues para estas respuestas mejor se hubieran quedado en la calle Jesús María. "¿Y no se trata de modas?", dice ella. "Modas no, se trata de conocimiento", dice el cateto de pueblo, como si los papeles se hubieran intercambiado. "Muy bien", dice ella con superioridad condescendiente, como la maestra cuando el niño acierta con la respuesta correcta.
El vídeo, con todo, tiene un impagable final que justifica su visionado. "Antes los pobrecicos de los maricones no podían salir. Ellos no tenían culpa de que su madre los fuera parido así", dice Lucía, una campesina iletrada que pasaba por allí. La sexóloga sonríe satisfecha, creyendo haber encontrado al fin a su presa ideal, mientras todos nos tememos ya lo peor. "Y ahora salen y entran y tienen su compañero", dice la otra, mientras la sexóloga se frota las manos. "¡Como debe ser!", remata la aldeana y el mundo se le viene encima a la de la capital. Pero su calvario no había terminado, porque la labriega no calla, trayendo ahora el agua a su molino: "Antes nos moríamos con uno nada más. Y ahora, cuando le apetece a ellas, 'fuera ese tío que está podrío', ¡otro!. ¡Venga, vengan bombas ahí!".
¿No ha quedado claro? Pues toma más: "Y que haga cada uno lo que le salga su chomino".
Urge camisetas con esta frase.
Ale, y que venga otra sexóloga de la capital a enseñarles a los paletos de pueblo lo que es la igualdad y la diversidad.
Hace unos días acudí de nuevo a contemplar las ruinas del convento de San Alberto, en el término de El Viso. El paisaje, siendo el mismo, era totalmente distinto al de mi última visita, hace nada menos que trece años. Todo lo que entonces era bruma y tinieblas fue en esta ocasión luz y color. La luz brillante de una tarde de febrero y el color adherido al verde del prado y el azul del cielo. La enseñanza de la estampa era también la misma de entonces: la ruina a que llegaron pasados esplendores. Allí donde eligieron los señores de Santa Eufemia el lugar de su reposo eterno aparece hoy convertido en un perímetro de abandono y vacío. Restos de muros vencidos por el tiempo y algún pilar más robusto que se resiste a claudicar aún marcan su distinción, pero la única señal de vida la ponen las ovejas, que pacen ajenas a todo, y la verde hierba que hiere con la fuerza de su tonalidad.
Luego, ya de regreso al pueblo, sorprende la apuesta por una arquitectura de vanguardia que se observa en ciertos edificios municipales. Estamos habituados a que la mayoría de los edificios públicos en nuestros pueblos respondan a propuestas anodinas, carentes de personalidad y ambición creativa. En El Viso, sin embargo, ya nos referimos en otra ocasión a las innovadoras entregas firmadas por el arquitecto municipal Jorge García Cherino para el Museo del Auto de los Reyes Magos y la Residencia de Gravemente Afectados, así como la sorprendente intervención en la pequeña ermita rural llamada de don Miguel. Ahora, del mismo autor, nos ha llamado la atención también el edificio destinado a albergar el Centro de Día para personas mayores, colindante con la Residencia citada, de acusada inspiración racionalista. Tanto la propia disposición del edificio (ocupando un lateral del campo municipal de deportes, a cuyo césped se abren sus enormes cristaleras) como la fachada externa (seguidora en extremo del principio de desornamentación y cuajada de ventanas asimétricas, sin delimitación clara de los pisos que componen cada módulo) muestran una propuesta arquitectónica poco habitual en nuestros pueblos y que seguramente solo es posible cuando la autoridad política es capaz de conceder al creador la suficiente libertad como para que la oferta que prevalezca sea la de uno y no del otro.