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La feria se lleva en la piel (de la mujer)

El Ayuntamiento de Pozoblanco acaba de dar a conocer el cartel ganador para anunciar la Feria de Ntra. Sra. de las Mercedes de este año, que, bajo el lema "La feria se lleva en la piel", ha resultado ser obra del artista local Rafael Garrido. Se trata -no obstante la técnica del arte corporal-  de un diseño poco ambicioso, donde sorprende la perpetuación de los tópicos de la cartelería ferial tradicional (la flamenca, el recinto ferial, el gallo, la peineta) en la propuesta de un joven que acaba de terminar sus estudios y del que se esperaría, por el contrario, una mayor voluntad de ruptura formal y conceptual. Pero lo que más llama la atención, en estos tiempos de alta sensibilidad hacia las interpretaciones de género, es la insistencia en la cosificación del cuerpo de la mujer, a la que en esta ocasión incluso se le niega el rostro y se utiliza como mero vehículo transmisor de una imagen. Un año más, el cartel destaca por su componente sexista, una tradición estilística de utilizar la imagen de la mujer como elemento meramente decorativo. Pienso que, de nuevo, tanto el Ayuntamiento como el autor han desaprovechado la oportunidad de utilizar el altavoz de la feria para difundir un contenido artístico relevante, máxime cuando, viendo otros trabajos del artista, observamos en él una línea más transgresora que la elegida para un cartel que, ni por sus valores artísticos ni por el ideario que transmite, debería haber llegado a la final.

Otras localidades de Los Pedroches que también organizan concursos de carteles para sus respectivas ferias han premiado este año propuestas en las que no se recurre a la mujer como reclamo publicitario, incluso aunque se abunde en otros tópicos.


El cartel de Villanueva de Córdoba es obra de Nicolás Sánchez Soldado y el de Hinojosa del Duque ha sido realizado por Juan Márquez Romero.

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Preliminar de "Añora y sus fiestas"

El pasado miércoles presentamos mi libro "Añora y sus fiestas", editado por la Diputación de Córdoba y el Ayuntamiento de Añora. Reproduzco a continuación la pequeña nota preliminar que lo encabeza, a modo de presentación y como declaración de intenciones.


PRELIMINAR

Este libro es, ante todo, una mirada hacia atrás y una declaración de amor.

Una melancólica mirada hacia atrás en medio del camino. Las páginas que siguen constituyen básicamente una recopilación de escritos míos ya publicados anteriormente que versan sobre la naturaleza de las fiestas de Añora, sus rituales, sus orígenes, su desarrollo, su significado y su misterio. Textos que fueron concebidos en momentos y circunstancias diversas, lo que justifica la variedad de tonos y los diferentes registros que aquí pueden encontrarse. Es un resumen de veinticinco años de investigación y reflexión sobre la historia y la cultura de Añora, mi pueblo, al que le debo esta noble declaración de amor.

Añora y sus fiestas es una obra de síntesis, de fragmentos extraídos de otros libros míos y de artículos publicados a lo largo del tiempo en revistas especializadas y de divulgación. Me parecía que era necesario realizar esta recopilación, para ofrecerla ahora, revisada y reelaborada, corregida y aumentada, como una unidad nueva que preserve para el futuro la memoria firme de lo que fuimos y de lo que somos, ante la incertidumbre de lo que seremos.

De Historia de Añora (1994) procede toda la primera parte, resumida y corregidas algunas deficiencias que una segunda lectura siempre descubre, así como con ampliaciones proporcionadas por nuevas fuentes. A Ensayo sobre fiestas populares de Los Pedroches (1997) se le deben numerosos fragmentos salpicados aquí y allá, bien extensos algunos de ellos, como los referidos a la fiesta de la Cruz o a la encina de los quintos, aunque todos han sido reelaborados expresamente para la ocasión, con aportes novedosos. Luego, se suman artículos publicados durante dos décadas y media, así como otros apartados redactados expresamente para este libro. El conjunto constituye, por tanto, una obra de acopio reelaborada con la intención de que constituya un muestrario homogéneo de las celebraciones más singulares que se viven en Añora a lo largo de su gozoso ciclo festivo.

Con ello cumplo un compromiso que adquirí con el pueblo de Añora cuando en 1988 acepté el nombramiento de Cronista Oficial. Un compromiso de estudiar sus raíces y ofrecer a los noriegos el producto de esta investigación, para que, conociéndolas todos más profundamente, podamos entender cabalmente nuestro pasado y, en fin, acabemos comprendiéndonos mejor a nosotros mismos, como comunidad y como individuos. Un compromiso que quiere ser una declaración de amor, la del joven que salió del pueblo en busca de otros horizontes y que jamás logró desasirse de esta servidumbre tan dulce que es la pertenencia a una tierra, y que ahora, pasados los años, regresa en busca de ternura y complicidad. En las calles de Añora, las que contemplan silenciosas el bullicio de la velada de la Cruz, las que veneran a San Martín y a la Virgen de la Peña, las que lloran la Pasión y celebran el Carnaval, en esas calles se guarda el recuerdo de la historia personal de cada uno de nosotros. Está allí como testimonio de unas vivencias que nos pertenecen a cada uno particularmente, pero que contienen también una dimensión social que es la que ha hecho de Añora el pueblo que hoy es. Cada noriego ha colaborado a ella en la medida de sus posibilidades y a las mías, cualesquiera que hayan sido en el pasado, quiero sumar desde hoy este libro, esta mirada hacia atrás recopiladora de impresiones, esta ofrenda de esfuerzos y entrega, esta declaración de amor.
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'Añora y sus fiestas' nace en la Casa de los Velarde


Presentación del libro "Añora y sus fiestas", anoche en el Museo de Añora.

La tarde se presentó tormentosa, hasta el punto de hacer peligrar el acto de presentación de mi libro Añora y sus fiestas, que estaba previsto en el patio del Museo Casa de los Velarde de Añora. Pero finalmente la noche concedió una tregua y un nutrido público formado por paisanos, familiares y amigos (fundamentalmente de Añora, pero también de otros pueblos de Los Pedroches) se dio cita en un magnífico lugar que se mostró muy adecuado para este tipo de actividades culturales. Bartolomé Madrid, alcalde de Añora, y Auxiliadora Pozuelo, delegada de Medio Ambiente de la Diputación de Córdoba, saludaron a los presentes en nombre de las instituciones editoras y elogiaron la obra, señalando la necesidad de que este tipo de iniciativas salgan adelante por lo que significan de rescate de nuestra historia y tradiciones. Por mi parte, expliqué cómo se ha gestado este libro y los objetivos que persigue. "Un ajuste de cuentas", definí, atendiendo a que se trata de una recopilación de trabajos en buena parte realizados durante estos treinta años de Cronista Oficial que se cumplen ahora. Distinguí las dos partes que componen el libro: una primera de contenido más histórico, basada fundamentalmente en mi libro Historia de Añora (1993), y una segunda -más extensa- entregada plenamente a las fiestas de la localidad. Recordé mis tareas de ordenación y catalogación del archivo histórico municipal, aludiendo a la rica documentación que contiene, no obstante su fragmentación y limitaciones. Luego, al tratar de las fiestas, me detuve especialmente en los orígenes de la celebración de la Cruz y en los comienzos del culto a la Virgen de la Peña, inicialmente intercalado con el de San Martín. Expresé mi satisfacción por haber podido consultar la documentación de las hermandades y me referí a algunas fiestas desaparecidas, como la encina de los quintos, o despojadas de su ritual antiguo, como las bodas. Finalmente, reflexioné sobre la necesidad que hay de proteger el patrimonio inmaterial (mucho más frágil que el material) como depositario de la memoria de nuestra identidad tradicional, a la que habremos de aferrarnos si queremos evitar la desaparición del mundo rural. El acto terminó con la firma de libros y una copa en agradable tertulia, mientras a lo lejos aún se percibían los ecos de la tormenta.

El libro puede adquirirse, de momento, en el Ayuntamiento de Añora y en la librería virtual 17 pueblos.


Con Bartolomé Madrid, Daría Romero, Juana Castro y Pedro Tébar.


Firmando libros.


Vista del público asistente.
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Presentación

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Presentación del libro "Añora y sus fiestas"

El próximo 22 de agosto a las 21:45 horas, en el Museo Casa de los Velarde de Añora, se presentará el libro Añora y sus fiestas, editado por el Ayuntamiento de Añora y la Diputación de Córdoba, del que soy autor. Se trata de la culminación de un proyecto comenzado hace treinta años, cuando fui nombrado Cronista oficial de Añora en 1988. Desde entonces he ido publicando artículos y algún libro sobre la historia y la cultura de Añora que, con el tiempo, han dejado de resultar accesibles o difíciles de encontrar. Algunos de ellos, en realidad, por haberse publicado en revistas especializadas, nunca habrán sido leídos por el público al que ahora va dirigido este compendio. Mi idea, surgida hace ya algunos años y que ahora se ve felizmente materializada, consistía en poner de nuevo al día esas investigaciones dándoles una forma nueva, unitaria, con datos actualizados y, sobre todo, con intención enciclopédica, es decir, con el deseo de reunir todo lo que he escrito sobre las fiestas de Añora durante estas tres décadas.



He elegido este tema, frente a otros posibles, porque las fiestas y tradiciones populares de nuestros pueblos, de Los Pedroches, me han interesado especialmente desde mis primeras investigaciones. Fruto de ello fue mi libro Ensayo sobre fiestas populares de Los Pedroches (1997), una osada rareza en la que pretendía reflexionar sobre el hilo común que, a mi parecer de entonces, enlazaba y unía a casi todas las celebraciones tradicionales de la comarca. Aquí y allá picoteé sobre la fenomenología religiosa de las epidemias, la ermita de la Virgen de Luna como símbolo de reivindicación territorial, las fiestas de Pedroche en los siglos XV y XVI, sobre el patronazgo de San Jacinto en Villanueva del Duque, sobre cofradías y hermandades en Los Pedroches a finales del siglo XVIII, por citar algunos abordajes del apasionante mundo de la religiosidad popular en Los Pedroches (quizás merecedores, también ellos, de una nueva recopilación).

Pero qué duda cabe que, por implicación emocional y por compromiso, durante este tiempo me he centrado especialmente en las fiestas de Añora. La primera de todas ellas, la fiesta de la Cruz, de la que no podría calcular cuántas veces he escrito, por propia iniciativa o a requerimientos ajenos. Su estudio ocupa un lugar preferente en este libro. Pero también me he detenido en el culto a la Virgen de la Peña (lo que me llevó a descubrir que su ermita estuvo inicialmente dedicada a San Martín, hasta que a mediados del siglo XVIII se produjo el cambio de denominación) y a la feria que se celebra en su honor. Y, luego, todas las demás: las hermandades de San José y Santa Lucía, el carnaval, la Candelaria, el día de los hornazos, San Antón... También me he acercado a fiestas ya desaparecidas, como el ritual de Ánimas Benditas o las bodas tal como las contó Porras Márquez. Entre estas fiestas desaparecidas se encuentra la de la encina de los quintos, que yo mismo viví encendido en su día y de la que no queda ya el menor rastro ni recuerdo, como ejemplo de que las pérdidas del patrimonio inmaterial se producen delante de nuestras narices sin que muchas veces podamos hacer nada por evitarlo.

El libro Añora y sus fiestas habla de todo esto. Escritos antiguos, textos actualizados e investigaciones nuevas elaboradas especialmente para esta publicación componen un tomo que se presenta como reivindicación de la memoria tradicional de Añora en su ciclo festivo. Numerosas fotografías, algunas muy antiguas, ilustran unas páginas que, no obstante su apariencia científica, con sus notas a pie de página y su bibliografía, pretenden ante todo despertar en el lector (especialmente noriego, pero no solo) las emociones de vivencias que se guardan entre lo más preciado de nuestros recuerdos. Añora y sus fiestas es un libro que ofrece respuestas y plantea preguntas sobre lo que hemos sido y somos. Reflexionando sobre la cultura tradicional intentamos dilucidar los fundamentos de este sentimiento de pertenencia inexplicable según el cual Añora (y Los Pedroches) resultan ser la única patria en la que uno realmente cree.
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Asonada recordará la destrucción del castillo de Pedroche

Del 17 al 19 de agosto se pondrá en escena en Pedroche Asonada (Toma y destrucción del castillo de Pedroche), según una adaptación de la obra original de Carlos Boves realizada por Emilio Escribano, que también dirigirá la representación. Asonada (que fue candidata al Premio Solienses 2010, con cuyo motivo nos visitó el autor) cuenta el episodio histórico de la destrucción del castillo pedrocheño en 1478 por parte de los propios vecinos del pueblo, levantados en asonada, a fin de dificultar la toma de la localidad por parte del señor de Santa Eufemia, a la sazón Gonzalo Mejía, que había protagonizado ya algún intento de usurpación territorial y que aspiraba a controlar todo el norte de la provincia de Córdoba. Carlos Boves tomó este episodio y, en lugar de trazar un drama histórico de rasgos épicos, lo convirtió en un extraño ensayo experimental en el que el contenido argumental quedaba un tanto diluido en formas teatrales de vanguardia.


Preparativos del espacio donde se realizarán las representaciones de "Asonada" visto desde la torre.
[Foto: Ayuntamiento de Pedroche].

Lamentablemente, no voy a poder asistir a las representaciones, por encontrarme entonces realizando un viaje vacacional ya programado. Esperemos que haya una nueva oportunidad en futuras ediciones. Me hubiera gustado ver la solución encontrada por Emilio Escribano para conjugar la propuesta de Boves con la realidad del espacio teatral finalmente elegido. La representación se realizará en un lugar con gran encanto, aunque de reducidas proporciones: la explanada que hay entre la ermita de la Virgen del Castillo y la torre de la iglesia del Salvador, justamente el sitio donde se encontraba la fortaleza destruida, donde sucedieron realmente los hechos que se van a representar, lo que dotará al espectáculo de un atractivo significado emocional.

La puesta en escena será llevada a cabo por unos 200 vecinos de la localidad, convertidos por unos días en actores, tramoyistas, técnicos y ayudantes, al modo de otras representaciones populares de Los Pedroches, como La vaquera de la Finojosa en Hinojosa del Duque o El halcón y la columna en Belalcázar. La convocatoria ha despertado gran interés, hasta el punto de que desde hace varios días se han agotado ya las entradas para las tres representaciones (unas mil en total).

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Bruno Pozo dibuja el patrimonio monumental de Los Pedroches


Ventana de la torre de Pedroche, dibujada por Bruno Pozo.

La Asociación Benéfico Socio Cultural y Deportiva PRASA de Torrecampo y la librería 17 pueblos acaban de publicar el libro La piedra dibujada. Cuaderno de arquitectura histórica de Los Pedroches, de Bruno Pozo Rísquez, que será presentado en Torrecampo el próximo 15 de agosto. Se trata de una colección de dibujos, acompañados de breves textos explicativos que los sitúan en su contexto histórico y artístico, sobre edificios relevantes de varios pueblos de la comarca. El libro, según explica Juan B. Carpio en la introducción, nace del encargo que le realizara a Bruno la asociación torrecampeña con el objetivo de "contextualizar y reivindicar el valor del patrimonio arquitectónico de Torrecampo y del conjunto de la comarca". Los dibujos se publicaron inicialmente en la revista El Celemín e incluso fueron objeto de una exposición en 2009, pero la constatación de que "la arquitectura histórica de Los Pedroches, vista globalmente, nos ofrece un conjunto coherente y dotado de un gran interés" animó a su publicación en forma de libro.

La singularidad del libro reside, lógicamente, en su parte gráfica, donde el lápiz de Bruno se detiene, más que en edificios completos, en detalles arquitectónicos particulares. Aislar un elemento del conjunto al que pertenece nos permite contemplarlo individualmente y fijar especialmente en él la atención, sin el riesgo de dispersión que provoca con frecuencia la acumulación ornamental de los inmuebles históricos. Así, por ejemplo, nos percatamos de la única arquivolta de la portada de la iglesia de San Pedro de Villaralto, de las flores de lis talladas en las pilas bautismales de Torrecampo y Dos Torres, de la presencia de bolas decorativas isabelinas y arcos rebajados en el alfiz de sendas casas particulares de Conquista y Pozoblanco o de la labra interior en las dovelas de la portada renacentista de la iglesia de Santa Ana de El Guijo. Lógicamente, por ser las poblaciones con mayor tesoro artístico, abundan los dibujos sobre el patrimonio monumental de Hinojosa del Duque, Belalcázar o Pedroche, pero hay muchos otros pueblos representados en la colección. En cuanto al contenido, se ha tenido el acierto de no finalizar esta pequeña historia del arte comarcal en el Barroco, sino que también aparecen algunas muestras de arquitectura modernista e historicista, e incluso algún apunte de construcción vernácula con las portadas de granito en casas particulares que comenzaron a implantarse en la comarca desde finales del siglo XIX.

Formalmente se trata de una obra que se inserta en la tradición de cuadernos de campo o de trabajo de investigadores y artistas, donde los dibujos contribuyen a fijar los detalles o a completar la explicación y que acaban, con el tiempo, albergando ellos mismos un importante valor documental. La colección de arquitectura de Los Pedroches que de forma tan humilde ha dibujado Bruno Pozo constituye quizás hoy una excentricidad en sí misma, cuando las tecnologías de la comunicación han desarrollado formatos de representación gráfica mucho más avanzados. El autor, sin embargo, se ha inspirado más en los modelos clásicos de Andrea Palladio que en los que proporcionan las nuevas tecnologías y sus sencillos dibujos en blanco y negro constituyen una obra artística que, aunque inicialmente fuera puesta al servicio de otro objetivo, debe ahora ser valorada en sí misma.
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Ecos de "La carta"

Los medios de comunicación se hacen eco del concierto de aniversario de Aliara que vivimos la noche del pasado sábado en el patio de La Salchi de Pozoblanco. Antonio Arévalo, en Canal 54, lo califica de "histórico", no sin antes matizar el uso abusivo que a veces se realiza de esta palabra. Julia López, en Hoy al día, asegura que "el sábado se vivió uno de los momentos más importantes de la cultura pozoalbense y fue a ritmo de folk" y Mª Luna Castro, en el diario Córdoba, habla de "noche espectacular". Los tres medios, además, aluden a la dedicatoria de una canción a Solienses.

Realmente el concierto de clausura del Folkpozoblanco de este año ha sido uno de los más hermosos que hemos vivido, siendo ya tantos. Qué duda cabe que actuaciones estelares como las de Mariavi Pérez y Antonio de Pozoblanco nos emocionaron profundamente, pero quizás el componente que más elevó el listón en nuestro reconocimiento de esa noche fue la nostalgia. La nostalgia de recordar canciones que pertenecen al imaginario colectivo de todo un país ("El vendedor" de Mocedades o "Libertad sin ira" de Jarcha) y la nostalgia de volver a ver juntos sobre el escenario a todos los miembros de Aliara que en algún momento de su historia han sido. Son momentos de intensidad fugaz, difícilmente repetibles, que se viven en directo y que se transmiten luego algo atenuados a través del vídeo y las redes sociales. Los que tuvimos la suerte de estar allí aquella noche sabemos lo que quiero decir.

En el siguiente vídeo, cortesía de Canal 54, podemos ver la dedicatoria a Solienses y la canción "La carta", un tema popular a ritmo de pasodoble cargado sin embargo de tópicos literarios de la poesía culta, en especial el del amor más allá de la muerte.

Desde Solienses no podemos sino agradecer sinceramente a Aliara el gesto y brindar porque sus cumpleaños (que son los nuestros, los de todos) nunca se acaben.

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La osadía de ayudar a recordar



Aliara durante su concierto de anoche en el Folkpozoblanco 2018.

Aliara cometió anoche dos actos de valentía y no sé cuál agradezco más: cantaron "Libertad sin ira" de Jarcha y dedicaron una canción a Solienses. Ambas osadías, en los tiempos que corren, demuestran arrojo y decisión, tener las cosas claras.

En la clausura de la 30ª edición de Folkpozoblanco, que también conmemoraba el 40º aniversario del grupo, Aliara se hizo acompañar por lo mejor del mundo musical de Pozoblanco. Allí estuvieron las voces líricas de Mariavi Pérez y Mª José Fernández Villarejo, la fusión de Sr. Olmo y, sobre todo, un inmenso Antonio de Pozoblanco (con Javi Muñoz a la guitarra), que hizo explotar de belleza y pasión un clásico del grupo como es el "Fandanguillo de la calle Pedrajas", en una soberbia versión flamenca que va a ser muy difícil superar y olvidar. Allí estuvieron también todos los que en estos cuarenta años han formado parte de Aliara en algún momento de sus cuatro décadas de historia, componiendo un conjunto vocal de lujo que abordó con autoridad algunos temas de los grupos pioneros del folklore español: Nuestro Pequeño Mundo, Mocedades, Jarcha. Fue el momento de la primera osadía, al recordar lo que entonces se llamaba "canción protesta", que practicaron, junto con el rescate de la tradición, los primeros grupos folk en la España de los setenta. Que la canción sonara anoche en el patio de La Salchi, coreada por un público entusiasta que desbordaba el recinto, no es insignificante, dice algo, porque se trata de mensajes que no han caducado, que siguen vigentes y necesitados de estos recordatorios.

También acudió a la cita Jaime Lafuente y, luego, un encantador grupo de "niños y niñas folkis" que acompañaron a Aliara en varias canciones ("El milagro de San Antonio" y "El zapatero", entre ellas) y que nos sedujeron por su disciplina y entusiasmo, a la vez que nos abrieron la esperanza de que la música tradicional en Pozoblanco sigue teniendo futuro, pues demostraron que en ellos ha prendido una llama que no se apaga.

Aliara tuvo la deferencia de dedicar a Solienses una canción, "La carta", precisamente una de mis preferidas. José María habló de las críticas realizadas desde aquí (que son más bien discrepancias) y también de los apoyos (incluso alguna colaboración), pero él sabe que tanto unas como otros han nacido siempre de la admiración por un proyecto que me parece fundamental para la historia cultural de Los Pedroches. Palabras de elogio hacia Aliara se dijeron muchas anoche, todas merecidas. Y oportunas, porque los impulsos de ánimo siempre son necesarios, incluso para las cimas más asentadas, incluso para las trayectorias más sólidas. Siendo admirador máximo de Aliara desde su nacimiento, desde su primer disco, aquel ya lejano De la Chimorra a Puerto Mochuelo (1987), escucharles hablar de Solienses desde el altar del Folkpozoblanco no puede sino producir satisfacción y agradecimiento.

Por lo demás, la cita se saldó con el éxito habitual en las convocatorias del grupo. Un público entregado a un repertorio muy cuidado que, como siempre, nos dejó con ganas de más (a pesar de las dos horas que duró el concierto). Siendo esto así, no podemos sino extrañarnos una vez más -como en la introducción señaló el maestro de ceremonias, Antonio Arévalo- de la escasez de este tipo de festivales en Andalucía, donde musicalmente siempre se ha primado más el mundo del flamenco. Será porque en esto Los Pedroches también somos más castellanos que andaluces. En la música tradicional, ya casi totalmente desconectada de la vida real, observamos todavía un anclaje a nuestro pasado, a lo que fuimos y nos ha hecho ser como somos. Cuando escuchamos las jotas de aceituneros, las rondas de carboneros o los romances fronterizos nos sentimos partícipes de un acervo cultural que nos identifica y del que nos sentimos orgullosos, al tiempo que reconocemos su pérdida y su lejanía. Por eso, para que no se nos borren del todo de la memoria, queremos seguir recordando estas canciones, una y otra vez. Y, si es posible, de la mano firme de Aliara.
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La inversión y la cosecha




La Vaquera y el Marqués ante la portada de la Catedral de la Sierra, durante el ensayo de ayer.

La vaquera de la Finojosa es ya, veinte años después de la primera representación y una vez alcanzada la séptima edición, una ceremonia de integración en el ámbito local y un rito de reafirmación de la identidad colectiva de Hinojosa del Duque. Ha traspasado la mera propuesta teatral como reclamo turístico para convertirse en una actividad de raigambre popular en la que el pueblo expone al espectador sus señas de identidad y al mismo tiempo, al mostrarlas a los demás, las asume y reconoce como propias. La catedral de la sierra (omnipresente en toda la representación), la construcción de la torre atribuida a Hernán Ruiz o la propia serranilla del Marqués de Santillana son ya referencias cultas indiscutibles en la conformación de la personalidad cultural de Hinojosa. En el ámbito popular sobresalen las alusiones gastronómicas, el orgullo de la leyenda de la vaquera y hasta la misma representación, que, en una especie de prolepsis, se anuncia en la propia obra como un referente futuro de la identidad hinojoseña.

En esta edición, el montaje se ha simplificado considerablemente y el argumento se ha desprovisto de las referencias históricas de otras ocasiones, quedando solo como testimonio la presencia del condestable Álvaro de Luna, cuya intervención, no obstante, está pensada más para contribuir al (ligerísimo) enredo amoroso que para plantear conflictos estamentales, territoriales o sucesorios. La suntuosidad de otras ediciones ha desaparecido en parte y en la representación de este año abundan más las escenas puramente teatrales de diálogo entre personajes. No faltan los bailes corales, convertidos en éxtasis pop gracias al vestuario lisérgico de Tamaral, una explosión de colorido que convierte toda la representación en una alucinación dadaísta. Y, en especial, se ha querido hacer hincapié en esta edición en el subtema de la crítica cotidiana como rasgo consustancial a la vida de los pueblos, las habladurías y cotilleos capaces de torcer voluntades y condicionar comportamientos, aspecto que estuvo también muy presente en la edición de 2006 (dirigida asimismo por José Caballero) representado en el inolvidable coro de las mujeres murmuradoras. Afortunadamente, también se ha abandonado el contenido moralizante que se impuso en la de 2014, aunque se mantiene el desvío de la serranilla original, donde la vaquera no correspondía a los amores del Marqués.

Se aprecia un esfuerzo en la dirección por innovar, por presentar un espectáculo que no sea igual al de otros años, aunque la tarea es compleja partiendo del libreto que tenemos. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones: el inmenso esfuerzo de producción, la colosal tarea de poner en pie una representación en la que participan varios centenares de personas, se desluce por la simpleza de la historia a cuyo servicio está. Digámoslo claro: los amores de la Vaquera y el Marqués le importan un pimiento al espectador. Lo que interesa realmente es todo lo demás: la fastuosidad de los diseños deTamaral; la música de Miguel Cerro, que alcanza ya proporciones wagnerianas por su extensión (suena durante casi las dos horas y pico de la representación), y la propia voz del compositor, tan acorde a la de un juglar medieval según nuestro imaginario; las coreografías tradicionalistas de Susi Perea; los efectistas juegos de luces que enseñorean la fachada de la Catedral y los esfuerzos de José Caballero para manejar esas masas actorales que inundan el escenario en varios momentos de la puesta en escena.

La representación a la que asistimos anoche fue la del último ensayo general, en el que todavía se advirtieron algunos errores y desajustes que con toda seguridad desaparecerán en el estreno de esta noche, donde el entusiasmo de tan formidable empresa colectiva llevará a cada participante a brillar en su papel, en la tarea que tenga encomendada. Al juzgar la actuación hemos de considerar que estamos ante actores aficionados, que suplen con entusiasmo y dedicación sus posibles deficiencias escénicas, contribuyendo a una inmensa realización colectiva merecedora de todo elogio y de ningún reproche. La única objeción que surge tras las más de dos horas de representación se refiere, una vez más, al porqué de todo esto. Montar tal derroche de energía, tal despilfarro de creación artística (donde se reúne lo mejor de Hinojosa del Duque, demostrándonos la valía de sus responsables en aspectos musicales, coreográficos, escénicos, técnicos, de diseño y de dirección) para una obra teatral tan insípida, nos deja como un regusto amargo, como una oportunidad perdida y el haber dilapidado una excesiva inversión de talento para una cosecha más bien escasa.


Una de las numerosas danzas de la representación.


El director José Caballero da instrucciones a dos actores durante el ensayo.


Diego de Burgos y Álvaro de Luna pasean por el mercado.


Todos los participantes al finalizar la obra.


Carmen Verónica Leal González (Vaquera) y Ángel Aranda Gómez (Marqués) posan para Solienses al finalizar la representación.
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El feo arte de culpar a los demás

La historia de Antonio y Encarna está sirviendo para que la política se estruje en demagogia como pocas veces. El periódico digital El Español publicaba hace unos días la peripecia de un matrimonio de nonagenarios de Santa Eufemia que, por la escasez de plazas en centros de mayores que padecemos en nuestros pueblos, lleva desde el pasado noviembre separado en dos residencias distintas, él en la de Dos Torres y ella en la de Alcaracejos. Lógicamente, los periodistas echaron en su reportaje las gotas oportunas de melodrama, incluso para que sobrara, et voilá, ya tienes aquí a todo el mundo solidarizándose con los pobres ancianos separados tras 65 años de matrimonio. La letra pequeña, ya si eso.

Temiendo seguramente las reacciones, la Junta de Andalucía se dio prisa en actuar. El propio El Español informa de que el próximo 2 de agosto se producirá en Alcaracejos una vacante por traslado y el matrimonio volverá a reunirse de nuevo.

Mientras, el alcalde de Pozoblanco, Santiago Cabello, se mostró muy indignado en las redes sociales, con muchas mayúsculas e interjecciones: "BASTA YA !!! Lo que la vida y el amor no pudo romper, lo ha hecho la Junta de Andalucía. Este es un caso más de muchas INJUSTICIAS que seguimos viendo a diario en nuestra comarca de Los Pedroches (...) Seguiremos luchando. SOLUCIONES YA ... !!!". Pero no explica cuál ha sido hasta ahora su lucha para que exista una residencia de ancianos pública en Pozoblanco, que no la hay, ni tampoco cuál ha sido el compromiso de su partido (PP) con la Ley de Dependencia. Aquí traigo tan solo dos recordatorios: uno y dos.


Santiago Cabello (Pozoblanco) y Carlos Moreno (Dos Torres).

También el presidente del PP de Dos Torres, Carlos Moreno, aprovechaba las aguas de El Español para acercar el ascua a su sardina: "También pueden llevar a cabo una de tantas promesas incumplidas de @AndaluciaJunta y construir la residencia de mayores de #DosTorres, de la que pusieron la primera piedra pero nunca supimos más". A lo que el PSOE local, porque siempre hay otra cara en toda moneda, replica: "Han tenido ustedes casi 12 años para revertir esa situación, para lucharla, para exigirla, ..., y ante su incapacidad no han hecho nada. Los mismos que hoy se acuerdan de ella son los mismo que celebraron en su día que no se lograra, convirtiéndola en una Estancia diurna". Porque, hombre, si hace doce años de aquella piedra, alguna responsabilidad tendrá quien ha gobernado desde entonces.

Y es que eso de echar la culpa de la propia desidia o ineptitud a los otros, sea en la dirección que sea, está muy pero que muy feo.